Grandes cuadros de pequeño formato
El
Museo del Prado de Madrid recupera obras de pequeño formato que hasta ahora no
han tenido gran trascendencia, para darles un espacio en el que contemplar la
belleza de cuadros de El Bosco, Goya, Velázquez o Rubens, entre otros.
La exposición ocupa 17 salas de la pinacoteca madrileña, abierta al público hasta el 10 de noviembre de 2013. |
Bajo
el título “Belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny”, el madrileño Museo
del Prado rescata 281 obras de sus colecciones, conservadas en los últimos años
en sus almacenes o depositadas en otras instituciones, con el denominador común
de ser cuadros de pequeñas dimensiones y contar con unas características
especiales de riqueza técnica, preciosismo, refinamiento del color y detalles
escondidos que invitan a su observación.
Se
trata de cuadros de gabinete, bocetos preparatorios, pequeños retratos,
esculturas y relieves, correspondientes a todo el arco temporal que abarcan las
colecciones del Prado, de finales del siglo II d.C. –una escultura de Palas Ateneas abre la
exposición- a los umbrales del siglo XX.
Patrocinada
por la Fundación BBVA, la exposición ocupa 17 salas de la pinacoteca madrileña,
abierta al público hasta el 10 de noviembre de 2013, destacando un intenso
recorrido por obras de finales del siglo XIV y principios del siglo XV en
Italia, Francia y los Países Bajos, culminando a fines del siglo XIX en España.
La
conservadora Manuela Mena, comisaria de la exposición, explica que “hemos
montado un museo dentro de otro museo, y son muy pocas las instituciones que
pueden hacer algo así. El Prado tiene unos fondos riquísimos y unas colecciones
impresionantes”.
La pradera de San Isidro, de Francisco de Goya, oleo sobre lienzo de 41,9 x 90,8 centímetros fechado en 1788. |
A la sombra de los
grandes
De
estos fondos han salido obras como "La Anunciación” de Fra Angélico
(1395-1455); “La piedad” de Roger van der Weyden (1399-1464); “Extracción de la
piedra de la locura”, de El Bosco (1450-1516); “Vista del jardín de la Villa
Medici en Roma”, de Diego Velázquez (1599-1660); “Diana y sus ninfas cazando” de Pedro Pablo
Rubens (1577-1640); “La pradera de San Isidro” de Francisco de Goya (1746-1828)
o “Desnudo en la playa de Portici”, de Mariano Fortunty (1838-1874).
Piezas
de pequeño tamaño, habitualmente a la sombra de grandes cuadros, que el
visitante puede visualizar apoyado por un montaje que facilita la contemplación
más íntima de estas obras que sorprenderán al espectador "por la
extraordinaria belleza que encierra, su originalidad y su rareza", inciden
los responsables de esta muestra.
Diecisiete
salas que van dando acceso a pinturas de paisajes, bodegones, bocetos de gran
violencia expresiva, asuntos mitológicos, retratos, melancolía, cuadros en los
que aparece la sátira y la reflexión irónica sobre el ser humano, o la alabanza
y la exaltación del poder, hasta dejar sitio a la vida real, cotidiana y del
pueblo.
Extracción de la piedra de la locura, de El Bosco, óleo sobre tabla, de 48,5 x 34,5 centímetros,fechado entre 1500 y 1510.“Belleza encerrada” rescata 281 cuadros de pequeñas dimensiones, que cuentan con unas características especiales de riqueza técnica, preciosismo, refinamiento del color y detalles escondidos que invitan a su observación.
Todo
ello bajo el dominio de la técnica de sus artistas y su capacidad innovadora
que le lleva a introducir materiales nuevos para lograr efectos distintos que
van, desde la madera al lienzo, el cobre, la pizarra, la hojalata o piedras
artificiales. La exposición, según Mena, ofrece “un conocimiento de las
técnicas que se van sucediendo y que son muy diferentes de unos lugares a
otros”.
Palas Atenea
recibe al visitante
en una reducción de mármol blanco
del siglo II d. C. de la
famosa
estatua de Fidias, de 12
metros de altura.
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“Hemos montado un museo dentro de otro museo, y son muy pocas las instituciones que pueden hacer algo así”, explica Manuela Mena, comisaria de la exposición.
Diana y sus ninfas cazando, de Pedro Pablo Rubens, óleo sobre lienzo de 27,7 x 58 centímetros, fechado entre 1636-1637. |
Uno
de los aspectos más destacados de esta exposición ha sido el trabajo de
restauración de buena parte de estas “bellezas encerradas”, más de sesenta
obras que han necesitado un exhaustivo esfuerzo de limpieza, eliminando los
barnices oxidados y restableciendo la perfecta armonía de las relaciones
tonales. “El trabajo de recuperación ha sido fantástico”, explica la comisaria,
“esa también es la belleza encerrada, el quitar barnices y descubrir la obra en
toda su belleza”.
Una
belleza que destaca Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, para quien el
museo ha hecho “un ejercicio narcisista de mirar su propia belleza. Desde hace
tiempo el Prado no se mostraba tan intenso y tan amplio”.
Desnudo en la
playa de Portici, de Mariano Fortuny, óleo sobre tabla de 13 x 9 centímetros,
fechado en 1874.
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