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sábado, 25 de febrero de 2012

INAH intensifica programa para conservar pintura mural

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Por Jorge Luis Sáenz
saenz10@hotmail.com 

Nuevas
técnicas de conservación

En los años 70 y 80, en México se consideró que algunos consolidantes (en su mayoría polímeros sintéticos) eran la panacea para la restauración de la pintura mural, sobre todo porque se usaban en Europa. Con los años, y debido a las particulares condiciones de humedad y otros factores ambientales de nuestro país, estos polímeros que se usaron para proteger la capa pictórica comenzaron a presentar diversos problemas: se oxidan y se ponen amarillentos; también se pasman y presentan una capa blanquecina que obstaculiza la apreciación de la pintura.

A principios de los años 90, los restauradores mexicanos de pintura mural detectaron que los polímeros se estaban degradando rápidamente, y lo que en su momento pareció una solución se había convertido en parte del problema. Desde hace varios años se ha procedido a retirar la capa de polímero, valiéndose de una técnica revolucionaria: la utilización de nanopartículas.

“El doctor Piero Baglioni, investigador de la Universidad de Florencia, ha desarrollado una técnica muy efectiva para la remoción de los polímeros, primero hace un análisis químico para identificar el producto que fue empleado, después nos asesora para elaborar micro emulsiones que sirven para eliminar la capa de polímero sobre la pintura mural y también estamos usando consolidantes con la misma tecnología de nanopartículas”, aseveró Rivero Weber.

La restauradora Diana Medellín, jefa del Departamento de Conservación del Programa de Pintura Mural Prehispánica, quien ha trabajado el sitio de Cacaxtla, Tlaxcala, descubierto hacer 34 años, explicó que los murales de esa ciudad prehispánica fueron pintados sobre barro (y no sobre estuco), lo que los vuelve bastante frágiles; en décadas pasadas a todos se les aplicó una o varias capas de polímero sintético porque entonces era la manera de protegerlos de la intemperie.

Dijo que los polímeros “daban buenos resultados porque en ese momento la pintura estaba a la intemperie, no existía la cubierta” que ahora protege la totalidad de la acrópolis. ¿Fue una moda?, se le pregunta: “De inicio parecía funcionar, porque sí fija la capa pictórica, sí estabiliza, pero con el tiempo y las condiciones ambientales se degrada”.

En una visita realizada al sitio destacó que actualmente se lleva a cabo una estrategia global de conservación en todos los elementos de pintura y decorativos de Cacaxtla, y no sólo en los murales “estrella”, como La Batalla y del Templo Rojo, que son los que han recibido mayor atención desde que fueron encontrados.

Además, la restauradora y su equipo están realizando diversas mediciones para determinar, científicamente, si se está perdiendo el color o el brillo de la pintura de murales, como el de La Batalla, que narra la sujeción de otros pueblos a los señores de Cacaxtla.

“Lo que hicimos en esta temporada fue medir, con un aparato que se llama espectrofotómetro, la cantidad de cada uno de los colores (azul, rojo, amarillo), para dentro de cierto tiempo poder determinar si se está perdiendo o no color o qué está pasando”, dijo Medellín. Además, se midió el viento dentro y fuera de las cubiertas de acrílico del mural de La Batalla, para saber si éste también afecta a la pintura.

En el mural del Templo Rojo la problemática es diferente y compleja porque, explicó la restauradora, el muro que soporta la pintura está hueco en algunas zonas, y esto provoca la aparición de grietas y pequeños desprendimientos. “Para tener más elementos se hizo análisis con georradar, que nos permite ver qué hay atrás del mural y buscar una solución”.

Medellín dijo que se requiere que un equipo interdisciplinario (arqueólogos, arquitectos, restauradores) decida una solución, porque el muro del edificio que  sostiene la pintura sigue presentando problemas estructurales. “El registro y el diagnóstico nos arrojan qué está pasando; después el dictamen nos indicará qué podemos hacer. Hay opciones, lo importante es que entre todos decidamos qué vamos a hacer”.

Caminamos por los senderos de concreto sobre las ruinas, aparecen las figuras de los guerreros Águila y Jaguar, algunos relieves en forma de chalchihuites, el hombre con cola de escorpión y su compañera, con sus atuendos dedicados a la Estrella de la Mañana; pienso en el refinamiento que alcanzaron los artistas de Cacaxtla y su elaborada mitología que llegó hasta nuestros días, ¿podrá sobrevivir otros mil años?
**Fuente invaluable de información, los murales prehispánicos muestran la cosmogonía de sus creadores y aportan datos de las culturas que los concibieron. En Bonampak, Teotihuacan, Cholula, El Tajín, Chichén Itzá o Cacaxtla hay insuperables  ejemplos de pintura mural donde se asoma la historia y el pensamiento de los antiguos pobladores de América

El mural de Los Bebedores, que se encuentra en la zona arqueológica de Cholula, Puebla, contiene la representación pictórica de un extraño rito: dioses y hombres por igual disfrutan de la bebida sagrada: el pulque. Descubierto hace más de 40 años, este mural se encuentra en seis túneles a lo largo de 60 metros y se estima que tiene 1,700 años de antigüedad. También, es el ejemplo más palpable de la batalla sostenida que emprenden cotidianamente los restauradores para conservar este tipo de expresiones del pasado, luchando día tras día para frenar su deterioro.

Actualmente la restauración de este mural, como muchos más en todo el país, forma parte del Programa Nacional de Conservación de Pintura Mural Prehispánica, iniciado en 2010 por la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Dicho Programa, explicó la coordinadora nacional Lilia Rivero Weber, impulsa la sistematización de toda la información sobre pintura mural a nivel nacional. También lleva a cabo acciones preventivas y de conservación de este valioso legado.

Explicó que la estrategia está sustentada en tres líneas de acción: diagnóstico, propuesta integral y gestión. En consecuencia, el Programa comenzó con la recopilación de la información de intervenciones sobre la pintura mural en los últimos 20 años.

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También lleva a cabo el mapeo nacional de los sitios que requieran conservación. Finalmente se tiene un diagnóstico que permite determinar qué murales necesitan una intervención emergente, y cuáles requieren acciones preventivas, directas de restauradores o de conservación interdisciplinaria (con la participación de arqueólogos, arquitectos y restauradores).

Fuente invaluable de información, los murales prehispánicos muestran la cosmogonía de sus creadores y también aportan datos de las culturas que los concibieron. En zonas arqueológicas como Bonampak, Teotihuacan, Cholula, El Tajín, Chichén Itzá o Cacaxtla tenemos insuperables ejemplos de pintura mural donde se asoma la historia y el pensamiento de los antiguos pobladores de América. Conservar y preservar este legado para su estudio y el disfrute de las futuras generaciones es tarea de los restauradores, la gran mayoría mujeres.

“Queremos tener un diagnóstico confiable de la pintura mural prehispánica en toda la República mexicana, tanto la que está en zonas arqueológicas como las pinturas en cuevas, cualquier representación”, aclaró Rivero Weber al comentar los alcances del Programa de Conservación de Pintura Mural Prehispánica.

Además de los restauradores de la CNCPC, dicho Programa vincula los estudios de especialistas de los Centro INAH en toda la República Mexicana, y de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) del INAH, así como de la Universidad de Florencia y el Seminario de Pintura Mural Prehispánica del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

La idea es llegar a sistematizar toda la información en una base de datos: “Antes la pintura mural se trataba como casos aislados, ahora con este programa  tenemos una visión global y podemos tomar decisiones mediante una metodología y trabajo colegiado a nivel nacional. Si se tiene toda la información, los resultados se amplían y se potencian. Va más allá de la idea de sólo conservar y aporta mucho más”.

El Programa de Pintura Mural Prehispánica, aclaró la coordinadora de  Conservación del Patrimonio Cultural, contempla varios niveles de actuación que van desde el registro y diagnóstico de los murales, pasando por la preservación: limpieza y conservación de las pinturas, hasta la intervención  emergente en los casos en que la capa pictórica esté en riesgo de perderse.

El programa “rebasó sus expectativas”, dando continuidad a varios proyectos de conservación de pintura mural que se venían trabajando desde años atrás, como en el caso de la zona de Bonampak (Chiapas), cuyos murales se encuentran en una etapa de recuperación estética.

Lanzado en 2010 el Programa Nacional inició en las zonas de Calakmul (Campeche), Tlatelolco (Distrito Federal), Cholula (Puebla), Mayapán (Yucatán), Cacaxtla (Tlaxcala), Bonampak (Chiapas) y Tamuín (San Luis Potosí). También se sumaron El Tajín (Veracruz), Ixcaquixtla (Puebla); Teotihuacan (Estado de México), algunas zonas del estado de Quintana Roo, así como las pinturas rupestres de Oxtotitlán (Guerrero) y La Pintada (Sonora), entre otros proyectos.



En 2011, el Programa tuvo temporadas de trabajo en el conjunto arqueológico de Atetelco, en Teotihuacan; en el mural de Los Bebedores, en Cholula; en los murales de Cacaxtla, Tlaxcala, en la conservación de los elementos modelados en estuco y pintura mural en Mayapán, Yucatán, y en la conservación de murales en Bonampak (Chiapas), entre otros.

Asimismo se continuó con los trabajos en las pinturas rupestres de Oxtotitlán, Guerrero, proyecto iniciado en 2003, y el sitio rupestre de La Pintada, Sonora. En ambos sitios la restauradora Sandra Cruz realiza el monitoreo medioambiental de las pinturas, así como diversos procesos de conservación.

En este rubro, también el Programa avanzó en la conservación de los sitios con presencia de pintura mural en el Norte y Occidente de México. Se contempla el mapeo y dictamen de los sitios con presencia de pintura mural y manifestaciones gráfico-rupestres en Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Zacatecas.

En 2011, se hicieron los dictámenes de las zonas de Aguascalientes, Nayarit y Baja California. Además se visitó y elaboró un dictamen de la Cueva de San Ignacio de Loyola, Arroyo Seco, La Sobrepiedra, Los Huizaches, Cerro del Redondo, Cañada de la Virgen y Chorro de las Cabras, del estado de Guanajuato, y se tiene el proyecto de conservación para El Ocote, en Aguascalientes.

Asimismo, como parte del Programa este año se dio continuidad a las acciones de registro y diagnóstico en las zonas arqueológicas en Quintana Roo (Tulum, El Rey, El Meco y Xelha, entre otras), también en varios sitios arqueológicos de los estados de Veracruz y Oaxaca.

Pintura de contacto

De manera fortuita, en 2002, cuando realizaban un trabajo de urbanización en la plaza del ex Convento de Santiago Tlatelolco, fueron encontrados los muros y cimientos de lo que había sido una caja de agua o pileta del siglo XVI. Lo más sorprendente es que su interior estaba decorado con pintura mural, la cual contenía mezclados motivos coloniales y también claras referencias a la pintura prehispánica, lo que se conoce como “pintura de contacto”.

Posteriormente se descubrió que la caja de agua, cuya traza proseguía al interior del convento, pertenecía a lo que fue el Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, en la época de Fray Bernardino de Sahagún. Una vez en el interior se constató que la Caja de agua había sido demolida y los fragmentos de su parte superior (un metro aproximadamente) habían sido cuidadosamente conservados. Se trataba de una cápsula del tiempo, cuyo contenido estaba a la espera de ser descifrado.

“Los arqueólogos estiman que fue hacia 1600 cuando la demuelen para construir el piso y los muros del Convento de Santiago Tlatelolco, además se piensa que la mataron en un acto ritual, pues tenía que ver con el pensamiento religioso indígena, por ello la protegen de esta manera: la destruyen, pero cuidando que todos los fragmentos quedaran encapsulados dentro de la caja, pusieron una capa de adobes, los fragmentos, y otra con una ofrenda, pensamos que hubo una comilona”, afirma Mari Carmen Castro, la restauradora que está a cargo de la conservación de este vestigio.

En la parte baja de la caja de agua, hay un paisaje lacustre con peces, ranas, patos, caracolas, pájaros, plantas acuáticas y el ahuizótl (perro de agua), pero también elementos que no son endémicos como el jaguar y los changos, también hay un águila con una serpiente. En la parte media se ve el cultivo del maíz (pero las mazorcas tienen rostros humanos), la vegetación y los pescadores y sus redes. La parte superior está dedicada a la cruz católica y hay una bella cenefa con querubines y adornos fitomorfos.

El arqueólogo Salvador Guilliem, director de la zona arqueológica de Tlatelolco, escribió en Arqueología Mexicana que “se trata, hasta el momento, de pinturas únicas en su género que tienen gran parentesco con las ilustraciones del famoso Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún, el Mapa de Upsala y otros códices como el Azcatitlan y el Cozcatzin”.

Uno de los principales problemas que presenta la conservación de los muros de la Caja de Agua es la humedad que viene del subsuelo, “muy cerca pasan drenajes y hay fugas, también está el agua de lluvia. Tampoco se puede dar un secado de golpe, porque la pintura actuaría como un frente de secado y aparecerían sales en la superficie”.

La restauradora señala que se han aplicado técnicas tradicionales, como el aplicar agua con cal a la zona decorada, y también las más avanzadas como la nanotecnología.  “Tratamos de eliminar las sales porque al cristalizar rompen la capa pictórica. Hemos utilizado carbonato de amonio, en porcentajes muy bajos y se aplica en pulpa de papel, la capa pictórica además se protege con una hoja de papel japonés. Esta pulpa ayuda a la succión de las sales”.

Otro de los más grandes retos para la restauradora Castro ha sido la reconstrucción de los fragmentos, que se estima en 50 mil piezas, de la parte superior de la Caja de Agua. En este trabajo (que en arqueología se llama anastilosis) Castro empleó alrededor de año y medio, a partir de 2008, en varias temporadas.

“Realmente fue muy atractivo ver el diseño que tenía el resto del mural, fue como tratar de armar un gran rompecabezas, pero sin la imagen guía. Imaginar los diseños. Nos guiábamos por la forma y los colores, pero en algunos casos no coincidían, además había muchos fragmentos con superficie blanca. Al final surgieron motivos que no habíamos imaginado que pudieran estar, los changos, un águila con una serpiente, un árbol, la cruz, el hombre, el jaguar, el ahuizótl, todo enmarcado por la cenefa de querubines y el cordón franciscano”.

Más adelante, cuando la humedad y la temperatura de la habitación donde está la Caja de Agua estén controladas, el público podría conocer este vestigio: “Tendrían que ser grupos pequeños, con previa cita. Nos gustaría que esto se aclimate de la forma más natural posible, pero también es de interés que la gente conozca esto, es necesario mediar”.

Lucha contra los elementos

“La misión del conservador no es solamente hacer posible que la pintura vuelva a lucir como en sus mejores días, y mantenerla para la posteridad, sino también investigar los materiales, los conocimientos científicos, técnicos y artísticos que la hicieron posible”, escribió la doctora Diana Magaloni, directora del Museo Nacional de Antropología (MNA), en un texto publicado en Arqueología Mexicana.

Uno de los mayores retos que enfrenta la conservación de la pintura mural prehispánica se da en Los Bebedores, de la zona arqueológica de Cholula. La problemática de este mural de 120 metros cuadrados es bastante compleja, pues se halla bajo una estructura de antigüedad posterior (conocida como Estrellas), dentro de un complejo de seis túneles fabricado con adobe.

Los túneles que albergan a Los Bebedores se descubrieron de manera fortuita en 1969, para 1970-71 estaba muy clara la importancia de este hallazgo que databa del año 1300 d.C., por lo que se decidió que permaneciera en el sitio donde se había encontrado. Se trata de un mural que adornaba una plaza y fue diseñado “para verse de lejos”, es una pintura de exterior, que representa a muchos personajes humanos y zoomorfos bebiendo lo que se cree es pulque.

La restauradora Dulce María Grimaldi, que ha trabajado en Los Bebedores desde 1994, opina que hasta 1987 el mural estuvo estable, pero ya en 1990 eran constantes los reportes de su deterioro por factores de humedad. Además, cuando se descubrió, al mural se le aplicó una capa de polímero, que actualmente en algunas zonas presenta escamas y halos blanquecinos.

De 1994 a 1998 se intervino el mural, con apoyo del Getty Conservation Institute “que buscaba un caso de estudio, para ver qué había pasado con los polímeros usados en conservación de pintura mural”. Se corroboró lo que se había detectado y se comenzó el proceso de conservación, el cual continúa hasta el día de hoy.

Grimaldi señala que “las características del mural es que está sobre adobes, es barro y no estuco, la capa que lo sostiene es un enlucido de tierra y luego está la pintura realizada con pigmentos minerales (hematita, geotita, óxidos, etc.)”.

En su limpieza se ha utilizado la tecnología de nanopartículas de Piero Baglioni, colocando microemulsiones para retirar las capas de polímero, pero también soluciones descubiertas por el grupo de restauradoras encabezadas por Grimaldi. “Hemos estado limpiando la capa pictórica y consolidando el sustrato, trabajamos por secciones, consolidando y limpiando las sales”.

Tumbas, palacios, plazas…

En abril de 2004, la vida de la familia Romero Domínguez del pueblo de San Juan Ixcaquixtla cambio radicalmente. Un camión de materiales que entró a su terreno para dejar una carga de piedra se hundió de pronto, el peso rompió el techo de una tumba de más de mil 400 años de antigüedad. Lo más sorprendente es que la cámara mortuoria tenía representaciones murales, una de las pocas que se conocen de la cultura Popoloca.

San Juan Ixcaquixtla, a dos horas de la ciudad de Puebla, ubicado en la Mixteca baja, se halla sobre una loma que en otros tiempos fue un asentamiento prehispánico.

El arqueólogo Juan Cervantes, de Salvamento Arqueológico del INAH, explicó que la tumba es un conjunto funerario que consta de tres cámaras mortuorias, dispuestas en cruz alrededor de un vestíbulo cuadrangular, el cual tiene una escalera de dos peldaños… Fue excavada directamente en la roca caliza del lugar.

Cervantes describió en Arqueología Mexicana el mural de la tumba: A la entrada “tenemos un conjunto de diseños geométricos: espirales, volutas, grecas; a uno de los lados hay un felino amarillo que puede ser un puma porque no tiene manchas; está mirando hacia la entrada de la cámara”.

Añadió que en los muros laterales “hay varios personajes sentados, ataviados con mantas decoradas con líneas; tienen tocados y collares. Todos llevan en las manos una especie de yelmos; uno representa un ave, otro un cráneo humano… Uno de los personajes sostiene un caracol en las manos y otro presenta la cabeza rapada, un tocado cónico, nariguera, orejeras, un vestido de plumas verdes y un collar muy grande”.

El motivo principal es una mujer de frente, sentada sobre una plataforma horizontal y con los brazos abiertos: “Lleva manto, falda de plumas verdes y un paño blanco que cuelga de su cintura y se extiende hasta la parte baja de la plataforma. Porta un par de brazaletes, un pectoral del que penden grandes objetos circulares y amarillos y un tocado formado por un elemento triangular con plumas a los costados y largas plumas de quetzal en la base. Lleva orejeras y nariguera verdes y los labios pintados de negro”.

Este hallazgo permitirá conocer parte de la cosmogonía, así como los ritos funerarios de la cultura Popoloca, que habitaba la Mixteca baja, en el periodo Clásico Tardío (600-900 d.C.).

La Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, incluyó en 2010 a la Tumba 1 de San Juan Ixcaquixtla como parte del Programa Nacional de Conservación de Pintura Mural Prehispánica, para determinar una modelo de gestión de este mural, pues se encuentra en propiedad privada.

La pintura mural decoraba casi todos los espacios públicos y privados de las élites de los pueblos indígenas; se hallaba presente en templos y palacios de sitios como Teotihuacan, Bonampak y Chichén Itzá; adornando las plazas, como en Cholula y Cacaxtla; y también se encontraba en las tumbas, como en San Juan Ixcaquixtla.

“Cuando hablamos de conservar la pintura mural prehispánica debemos tener presente el inconmensurable valor de este legado. En cada centímetro de pintura podemos encontrar la profundidad del pasado y de los saberes y voluntades que hicieron posible que esa representación llegue hasta nosotros. Conservar es también revelar este valor en el presente”, afirma la doctora Diana Magaloni, restauradora y directora del MNA.
Fotografías de Héctor Montaño y Melitón Tapia DMC/INAH    
Recuperación estética

Cholula, Puebla.

Bonampak, Chiapas.

Cacaxtla, Tlaxcala
Última actualización el Jueves, 02 de Febrero de 2012 01:33
 
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