Vistas de página en total

viernes, 31 de enero de 2020

El quinto peronismo a la luz del pasado


Aún se desconoce el tipo de justicialismo que prevalecerá con Alberto Fernández. En el pasado hubo nacionalismo con reformas sociales, virulencia derechista, virajes neoliberales y cursos progresistas. Menem y Kirchner fueron los extremos de ese pragmatismo. 

El peronismo contuvo al sindicalismo y amortigua a los movimientos sociales. Se recicla frente a crisis mayúsculas y fracasos de sus adversarios liberales. Su extinción o eternidad no está predeterminada. No converge con el proyecto socialista, ni ha podido extirpar a sus vertientes reaccionarias. Es imposible forjar una alternativa de izquierda desechando el manejo del Estado y desconociendo los virajes progresistas del peronismo.

 

Con la presidencia de Alberto Fernández comienza el quinto gobierno peronista de la historia argentina. 

Aún se desconoce la modalidad de justicialismo adoptará ese mandato y los cuatro antecedentes previos ofrecen pistas contradictorias. E

se movimiento transitó por caminos contrapuestos que explican su permanencia.

 

Variantes de justicialismo 

El peronismo es la estructura política dominante desde la mitad del siglo pasado. Mantiene gran primacía como cultura, fuerza electoral y red de poder.

Su versión clásica (1945-55) se inspiró en el nacionalismo militar y apuntaló a la burguesía industrial, en conflicto con el capital extranjero y las elites locales. Las confrontaciones con las potencias imperiales nunca alcanzaron la intensidad de los procesos radicales antiimperialistas (Arbenz en Guatemala, Torrijos en Panamá). Pero incluyeron choques del mismo alcance que otras presidencias progresistas (Cárdenas en México).


Primero

El primer peronismo implementó mejoras sociales de enorme envergadura. 

En ningún otro país de la región se forjó un estado de bienestar tan próximo a la socialdemocracia europea. Por esa razón logró un inédito sostén en la clase obrera organizada. 

Resulta difícil encontrar otro ejemplo internacional de identificación tan estrecha del proletariado con un movimiento no comunista, socialista o anarquista.

 

Segundo

El segundo peronismo fue totalmente diferente (1973-76). 

Estuvo signado por la violenta ofensiva de las vertientes fascistas (López Rega) contra las corrientes radicalizadas (JP, Montoneros). 

La derecha arremetió a los tiros contra la vasta red de militancia forjada durante la resistencia a la proscripción de Perón. 

Actuó con furia contrarrevolucionaria en el contexto insurgente de los años 70.

 La presencia de esos dos polos extremos al interior del mismo movimiento fue una peculiaridad de ese peronismo. Incluyó corrientes antagónicas, que en el resto de América Latina confrontaban en organizaciones opuestas. La convivencia de Argentina era inimaginable en otras latitudes como Chile, dónde Pinochet y Allende nunca compartieron el mismo el espacio.

 

Tercero

El tercer peronismo fue neoliberal. En los años 90 Menem puso en práctica las políticas de privatización, apertura comercial y flexibilización laboral, que implementaban los thatcheristas de todo el mundo. No fue el único converso de ese período (Cardoso en Brasil, PRI de México), pero nadie corporizó una deserción tan impúdica del viejo nacionalismo.

El kirchnerismo encabezó un cuarto peronismo de índole progresista. Retomó con otros fundamentos las mejoras del primer periodo. El viejo paternalismo conservador fue reemplazado por nuevos idearios pos-dictatoriales de participación ciudadana. La confrontación interna con la derecha no fue dramática y se zanjó con un distanciamiento del duhaldismo.

 Kirchner reconstruyó el aparato estatal demolido por el colapso del 2001. Restableció el funcionamiento de la estructura que garantiza los privilegios de las clases dominantes. Pero consumó esa reconstitución ampliando la asistencia a los empobrecidos, extendiendo los derechos democráticos y facilitando la recuperación del nivel de vida. Su gestión incluyó alejamientos del justicialismo ortodoxo e intentos de refundación "transversal". Hubo un infructuoso tanteo de confluencia con los herederos del alfonsinismo.

 Kirchner se amoldó al nuevo escenario de regresión industrial y fractura entre trabajadores formales y precarizados. Mantuvo el soporte popular del peronismo, pero tomó distancia de la clase obrera, buscando neutralizar el protagonismo sindical.

 Cristina introdujo una impronta más combativa, gestada en la confrontación con la derecha (agro-sojeros, medios de comunicación, fondos buitres). Esa polarización quebró el equilibrio que había mantenido Néstor con todos los grupos de poder. 

El cristinismo alumbró agrupaciones juveniles contestatarias y multiplicó las enemistades con gobernadores, intendentes y jerarcas sindicales. 

El inesperado carisma de CFK resucitó identificaciones populares y odios del liberalismo.


Efímera reacción

La derecha tuvo su mayor oportunidad con Macri, al conseguir el primer acceso a la presidencia por vía electoral. Pero esa apuesta del antiperonismo terminó en un fulminante naufragio. 

Los CEOs del PRO exhibieron una incapacidad mayúscula para remontar las adversidades de la economía. Tampoco lograron doblegar la resistencia popular que mantuvo las movilizaciones y los piquetes. 

Esa doble incapacidad del macrismo socavó la consolidación de la "nueva hegemonía derechista", que algunos analistas entreveían como el gran logro de Cambiemos. En muy poco tiempo se verificó el carácter efímero de una supremacía asentada en coyunturas electorales y atontamientos mediáticos. 

El macrismo intentó disfrazar su conservadurismo con mensajes de neoliberalismo modernizado, publicidad de emprendedores y exhibición de individualismo mercantil. Pero gobernó con demagogia electoral, gasto público y recreación de las viejas mañas de la partidocracia.


La gran incógnita

Los virajes del peronismo explican su perdurabilidad y las dificultades para erigir una alternativa. Esa obstrucción no se resuelve con resignadas disoluciones, ciegas confrontaciones o ingenuas omisiones. La opción se construye sin denostar al peronismo y sin aceptar su inexorable primacía.

 La simple presencia de un gobierno peronista no esclarece su performance. Hay que evaluar si navega por los torrentes de la reacción o del progresismo, recordando su potencial familiaridad con ambos universos. 

Las posturas de cada peronismo frente a los escenarios regionales brindan pistas para esclarecer su modalidad. El cariz centroizquierdista del kirchnerismo quedó muy definido por su empalme con el ciclo progresista sudamericano. También el perfil derechista de Menem estuvo signado por las "relaciones carnales" con Estados Unidos.

 Todo el recorrido expuesto de la historia del peronismo apunta a facilitar la evaluación del contexto actual. 

¿Qué modalidad de justicialismo está forjando Alberto Fernández? 

¿Cómo será su quinta versión de ese movimiento? 

¿Cuáles serán los antecesores privilegiados y desechados? 

¿Qué orientación sugieren las primeras medidas de su gobierno?



Análisis completo en .

https://www.alainet.org/es/articulo/204509?utm_source=email&utm_campaign=alai-amlatina

No hay comentarios:

Publicar un comentario